Rubios rayos de traición pintados en lienzo de papel-lija, vestidos con aires de pomposa elegancia, y con vestigios de exuberante celebración. Así recurrió la ironía kármica a la venganza nocturna del útimo día. Temblorosa la mirada al pincelar su imagen en la retina, generando la esperanza de camuflajearse en el ambiente. Si existe Dios que me saque de aquel momento, y me devuelva a otro lugar.
No hay forma elegante de zafar, no quedan aires para andar.
No hay forma elegante de zafar, no quedan aires para andar.
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