Me doy un último vistazo frente al empañado espejo de este agujero infernal que algunos llaman baño. El denso aire que se respira, mezcla de desechos humanos y humedad, caldeados por un calor casi infernal, es un tóxico que se mezcla con los ya ingeridos litros de bebida alcoholica, produciendo un efecto narcótico que me nubla el pensamiento. Acomodo mi remera de Mickey, vuelvo a anudar mi corbatita y salgo de allí como puedo, tratando de esquivar los charcos de Dios sabe que líquidos son. Intento aclarar la mente, antes de sumergirme nuevamente a la muchedumbre. Va a ser una misión tan difícil como agotadora. El cansancio normal de todo un día, se suma al calor, los pisotones, empujones y codazos; sin contar que el cigarrillo siempre presente vive siendo una amenaza de quemadura en cualquier parte del cuerpo.
Sin embargo, sigo avanzando. No soy un tipo grande, ni corpulento, pero la noche te brinda mañas, y una de ellas es la de escabullirce entre medio de toda esta gente.
Trato de, disimuladamente, buscar en cada rincón de esta gran cueva que alberga tantos sueños sonámbulos. No la veo, y la desesperación empieza a invadirme. Maldita sensación, producto de mis problemas ansiosos, que nunca parece desaparecer.
El reloj, mi enemigo. Sigo caminando y ya empiezo a notar que es la tercera vez que paso por el mismo lugar. No la encuentro. Gambeteando amigos, sigo en el intento de vislumbrar su figura. Ya los fantasmas me pasean hasta los rincones más oscuros, esos que son zaguanes para amoríos intempestivos de la noche. Ya llegó ese momento de furia.
No lo soporto más. Estoy a punto de izar la maldita bandera blanca que debo de llevar conmigo a todas las batallas. Qué hacer ahora que he perdido la razón de mi misión? Entregarme al alcohol? Buscar refugio en caras conocidas? Abandonar cobardemente este manicomio?
Justo cuando toda esperanza me abandona, veo una sonrisa tibia en las penumbras. Será? Estarán los astros de mi lado por una vez? Dios perdonará a esta insulsa y pecaminosa criatura terrenal?
Sea Dios, Buda, Alá, Zeus, destino o azar... allí estaba ella. Paradita como de lado, sonriente con sus labios como un fusil armado, y con ojos centellantes esperando el contacto visual. Mis piernas temblorosas del cansancio acatan las órdenes de mi mente y me llevan a su frente. Intento disipar de mi rostro la ira que me estaba comenzando a invadir, pues, no es de "macho" frustrarse por una "hembra".
Es cuestión solo de segundos, pero podría jurar que nos detenemos un instante el uno frente al otro, como queriendo atesorar el momento.
Después de eso, solo recuerdo la magia, que por desgracia, no puedo explicar con palabras.
Gente On-Line
15 ene 2011
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
1 comentario:
"Dejame tu comentario, pensamiento, idea, saludo, crítica, o (¿por que no?) insulto". Quien insulte por un texto como este, es idiota. Me ha puesto el corazón a mil. No te digo más.
http://lasonrisadelanube.blogspot.com
Publicar un comentario